El punto de partida ha de ser siempre un análisis que permita valorar diferentes aspectos, como el nivel de hidratación de la piel, grado de flacidez, pérdida de elasticidad, presencia de grasa submentoniana, formación de bandas platismales, y muy importante: el estado de los tejidos del rostro. Y es que el descolgamiento y la disminución de volúmenes faciales influye de manera directa y muy significativa en el estado del cuello.