Como bien sabemos, las radiaciones ultravioleta son, junto con las toxinas ambientales o el tabaco, las responsables de un estrés exógeno que afecta directamente a la piel debido a la oxidación acelerada producida por la generación masiva de radicales libres. Se tratan de cargas iónicas no neutralizadas, cuyo exceso conduce al daño de proteínas (colágeno, elastina), grasas ceramidas, ácidos grasos esenciales), membrana y núcleo de las células (ADN) y codificantes genéticos (ARN).