El rostro es nuestra principal carta de presentación. A través de él se puede conocer nuestra edad, carácter, emociones… desvelando quienes somos y cómo vivimos. Cuando se es joven, todo parece funcionar perfectamente, pero con los años, los rasgos se desploman, las facciones revelan cansancio y las líneas faciales se marcan con dureza. Además, ni que decir tiene que la cara es donde primero se registran los síntomas del estrés… y hoy en día, el ritmo que llevamos es realmente trepidante, de ahí que nuestra expresión parezca continuamente estresada.