Lo primero que llama la atención en relación a la crioterapia y el lipoláser es que su mecanismo de acción, basado en la emisión controlada de bajas temperaturas, supone un giro radical respecto a otras técnicas remodelantes, como radiofrecuencia, cavitación y ultrasonidos, que deben su eficacia a los efectos del calor sobre el tejido adiposo y al proceso de necrosis que este aumento de temperatura provoca en las células grasas. Este antagonismo no significa que exista un duelo tecnológico frío-calor, ni muchísimo menos.