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COSMÉTICA URBANA

Por Nueva Estética

Érase una vez… una piel que vivía en la gran ciudad, rodeada de los efectos del humo de los coches, la polución y otros agentes nocivos medioambientales. Este entorno desfavorable suponía para ella una dura prueba de resistencia, a la que debía enfrentarse día tras día. Bajo esta mala influencia, el cutis fue perdiendo parte de su energía y luminosidad, sus reservas de agua se agotaron, cobrando un aspecto cetrino y apagado. Pero, aunque el principio de esta historia es poco alentador, tiene un final feliz, gracias a la cosmética urbana que actúa como una auténtico equipo de rescate, poniendo a salvo la belleza de esta piel tan urbanita.

 


En la ciudad, la piel sufre importantes alteraciones fisiológicas que ponen en peligro su salud y belleza. Los inestetismos más comunes son la falta de consistencia de la película hidrolipídica, destrucción del cemento intercelular, carente oxigenación celular, fragmentación y afinamiento de la elastina, mala síntesis del colágeno... Es por ello que resulta importantísimo que los productos orientados a satisfacer las necesidades de este tipo de cutis sean capaces de reforzar su barrera hidrolipídica, para hacerla lo suficientemente resistente a la pérdida de agua. Otra de las funciones esenciales de esta cosmética es estimular las funciones celulares cutáneas y protegerla de los radicales libres. De esta manera, la piel se sentirá más segura y dispondrá de la fuerza necesaria para mantenerse en plenas condiciones. Pero no adelantemos acontecimientos, veamos paso a paso cuales son los puntos débiles de los llamados cutis urbanos y las soluciones que proponen las firmas profesionales.

 

1er PROBLEMA

falta de hidratación 

Es un hecho constatado, las mujeres que viven en grandes núcleos urbanos someten a su piel a constantes cambios de nivel de humedad relativa, pasando de locales con aire acondicionado o calefacción al entorno húmedo de la calle. Así, por ejemplo, en un mismo día de verano, es posible pasar varias veces de un nivel de humedad del 40%, propio de las oficinas, al 100% correspondiente del exterior. Y es precisamente esta constante oscilación la causante de la sequedad cutánea. Es más, cabe decir que la piel necesita un periodo de adaptación mínimo de 2 semanas para adecuarse a estos cambios, un tiempo del que no dispone. Cuando la piel pasa a un ambiente menos húmedo, las células de la epidermis se multiplican y empiezan a producir enzimas y proteínas que a su vez fabrican lípidos y los liberan en el estrato córneo, la capa cutánea más superficial. Estos lípidos forman una auténtica barrera natural responsable de mantener la humedad dentro de la piel. Este proceso se llama diferenciación celular y tarda varias semanas en producirse. Cuando sometemos a nuestra piel a constantes cambios de humedad relativa a lo largo del día, la diferenciación celular no se produce, los lípidos disminuyen y ésta pierde humedad a una velocidad vertiginosa. Asimismo, en un entorno variable, el agua no fluye de forma óptima por dentro y fuera de las células epidérmicas, por lo que se crea un desequilibrio en la presión osmótica. El resultado es una deshidratación crónica de las células de la epidermis y su consecuente desaparición. Este proceso se llama shock osmótico y causa serios signos de envejecimiento en la piel. Por ello, los nuevos cosméticos de ciudad deben incorporar sí o sí, activos ultrahidratantes que aseguren una acción profunda y ultra-rápida para restablecer en un tiempo récord su óptimo nivel de humedad.

 

2º PROBLEMA

agresión medioambiental

No es ningún secreto que piel y la polución forman una pareja mal avenida. Y es que los agentes contaminantes atmosféricos actúan como verdaderos ladrones de belleza, robándole toda su energía, vitalidad y juventud. La piel urbana vive en constante peligro; el ozono, el dióxido de azufre, el monóxido de carbono y otros gases contaminantes son algunos de sus principales enemigos. Sin olvidar el tabaco, que en interacción con el estrés o el sol es también nefasto para la epidermis, del mismo modo que lo son las emanaciones de productos químicos, ordenadores y luces fluorescentes. Según su naturaleza, los contaminantes tienen diferentes efectos sobre la piel. Algunos, como el monóxido de carbono, la irritan; otros como el dióxido de azufre, alteran su film hidrolipídico y, por último, el ozono que reduce considerablemente el índice de vitaminas C y E de las capas superiores de la epidermis. Este último está considerado hoy como uno de los agentes contaminantes más perjudiciales para la piel porque provoca la formación de radicales libres que destruyen las células  y las fibras de colágeno y elastina. El ozono es un oxidante fotoquímico formado por la reacción entre ultravioletas, óxido de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles. Este dañino agente se encuentra en la parte baja de la atmósfera, de ahí que cuando más soleada sea una ciudad más emisión de ozono reciba. Por si esto fuera poco, está demostrado que los humos de todo tipo pueden causar la pérdida de un 33% de la función barrera de la piel, aumentando la sequedad en un 25% y potenciando en un 60% la aparición de arrugas. A ello hay que sumar el humo del tabaco, que acelera el proceso de envejecimiento en un 25%, ya que toma el oxígeno de la sangre y provoca anoxia tisular, haciendo que la tez se vuelva cada vez más opaca. La contaminación ambiental se adhiere a la superficie cutánea mezclándose con la suciedad natural y el sebo y, bajo el efecto de los rayos UV, se generan toxinas y radicales libres que penetran en la epidermis saturando su propio sistema de defensa. El resultado final es un cutis contaminado y carente de vida. Así pues, lo cierto es que estamos rodeados de humos de coches y chimeneas, de gases contaminantes... y a pesar de todos nuestros esfuerzos, parece muy difícil reducir esta polución ambiental. Es el precio del desarrollo y hay que aceptarlo ¡pero sin rendirse!. La forma más inteligente de combatirlo es poner en marcha una estrategia cosmética capaz de frenar los estragos de la polución en la piel.

 

3er PROBLEMA

exceso de estrés

La mujer urbanita, más que ninguna, vive sometida a una gran presión y estrés. Como es de esperar, este continuo estado de nervios y prisas acaba, tarde o temprano, por reflejarse en la piel. Y es que como bien se dice, ella es nuestro mayor espejo de emociones. Fatigada por este ritmo trepidante, la piel denuncia su enfado mediante pérdida de luminosidad y vitalidad, rasgos marcados y sensación de tirantez… todos estos síntomas no son más que una queja expresa, inscrita a voces en su “libro de reclamaciones”. La piel funciona algo así como nuestro canal de comunicación. Se trata, sin duda de un órgano inteligente que registra todo lo que nos sucede, y sabe perfectamente cómo nos sentimos. Curiosamente, el 80% de las alteraciones cutáneas son de origen psicosomático. Ésta reacciona fácilmente ante situaciones límite y su manera de expresar su disconformidad se manifiesta de diferentes formas. Por ejemplo, frente a estados anímicos adversos es posible que se den casos de eritemas, rojeces, manchas, etc. Precisamente, en situaciones de estrés, se ha demostrado que las células consumen más rápidamente sus energías para enfrentarse y mantener su actividad. Cada vez más agotada, ésta pierde sus propios recursos de regeneración y se vuelve incapaz de afrontar nuevas agresiones. Diversos estudios han demostrado que en la piel existen unas fibras nerviosas situadas entre las células epidérmicas que se fijan tanto sobre las células de Langerhans como sobre los queratinocitos. Con el estrés y la fatiga, estas fibras sensitivas liberan unos neuromediadores que vuelven a la piel más frágil e irritable frente a las agresiones externas. Por otro lado, las alteraciones fisiológicas producidas por este sobreesfuerzo hacen que su porcentaje de grasa varíe, provocando que las pieles secas se muestren todavía más secas, y las mixtas se vuelvan grasas. De ahí la importancia de regular estas disfunciones. Además, a causa del estrés, las células están sometidas a mucha más presión y están obligadas a echar mano de todos los elementos que necesitan para mantenerse y realizar su actividad. A fuerza de consumir sus reservas, acaban por presentar deficiencias en los elementos esenciales de la cadena energética. Es por ello que el metabolismo se debilita progresivamente y aparecen los signos de cansancio. Frente a esta situación, la cosmética urbana de acción antiestrés se ha convertido en el mejor “terapeuta” de la piel que le ayuda a levantarle el ánimo. En su formulación incluyen activos encargados de reactivar la actividad celular, tales como la vitamina E, C, B5, oligoelementos y minerales.

 

4º PROBLEMA

falta de oxigenación

Cuando a la piel le falta oxigenación, sus funciones orgánicas y biológicas se ralentizan y pierde progresivamente su capacidad de auto-regenerarse. Y en este sentido, la piel no sólo es el reflejo del tiempo sino también de las agresiones medioambientales, el estrés… Cuando a la piel la falta vitalidad, sus funciones se desarrollan como a cámara lenta y se produce un fallo en el intercambio de oxígeno celular. Si no llega a las células una aportación óptima de oxígeno, estas pierden progresivamente su capacidad de auto-regenerarse. En la ciudad, las células cutáneas sufren y almacenan una serie de daños internos y externos que logran provocar la inactividad de su sistema enzimático, encargado de mantener el buen estado de la piel y protegerla del proceso oxidativo. Pero para cumplir su misión como es debido, las células necesitan conservarse en buen estado, y para ello el oxígeno representa una fuente de energía básica. La producción de energía dentro de la célula se genera gracias a un complejo proceso de intercambio. Este feed-back consiste en un mecanismo interactivo de recepción y respuesta; es decir, la célula recibe materia del exterior y la transforma en energía. Parte de esta materia la utiliza para reponer las moléculas estructurales o funcionales que se han desgastado; y la otra parte, la emplea como material “de recambio”. Al proceso de entrada se le denomina “nutrición”, y al de salida “respiración” que es el encargado de transformar la materia orgánica en energía. Además, en el transcurso de esta cadena respiratoria se libera energía en forma de ATP, inmediatamente utilizable por las células o almacenada en espera de su utilización. Al igual que una alimentación equilibrada se compone de alimentos variados, las células de la epidermis necesitan a diario un aporte equitativo de elementos nutritivos para recargarse de energía, entre ellos: aminoácidos para reconstruirse, vitaminas y oligoelementos para secundarlos, y lípidos para protegerse e impermeabilizarse. La encargada de ofrecerle a la piel todos estos elementos es la cosmética urbana de acción oxigenante.