SUSCRÍBETE

8 Revistas      

CUERPO EN ARMONÍA
CUERPO EN ARMONÍA

 

Auténticos escultores de belleza, los programas corporales tienen como objetivo dar forma a la silueta femenina, para exhalar sus curvas y sacarle todo su potencial. No se trata de buscar esa perfección absoluta que se rige por los cánones establecidos, ni de pretender conseguir un cuerpo modélico milímetro a milímetro, sino de buscar metas asequibles y objetivos reales que permitan a cada mujer sentirse bien en su cuerpo, descubriendo su mejor versión. 

 

Leer más

En este Especial, María José Bordera Rojas, experta en fisioterapia dermatofuncional, nos plantea 3 de las alteraciones corporales que más preocupan: la celulitis, la grasa localizada y la flacidez, y ahonda en la biología de cada una de ellas, porque sólo conociéndolas de cerca es posible establecer la mejor estrategia para hacerles frente. 

CELULITIS, CONOCERLA PARA VENCERLA

La celulitis es una alteración que afecta al 85-98% de las mujeres que ya han pasado la pubertad, y es más común en caucásicas que en asiáticas.

Leer más

La celulitis es una afección estética de primer nivel que preocupa a la mayoría de las mujeres, dado su inconfundible sello femenino. Hay que decir que antes de plantear un programa estético orientado a combatirla es preciso comprender mejor su naturaleza para saber cómo corregirla, teniendo siempre presente el grado y el tipo de celulitis. Este punto es determinante para asegurar el éxito del tratamiento, pero además, la profesional debe saber aconsejar y educar a sus pacientes-clientes y concienciarles de que para obtener resultados efectivos es preciso llevar a cabo un cuidado progresivo y de calidad. En este artículo abordamos todo lo referente a la celulitis, aportando evidencias sobre los factores que la ocasionan, como la genética, la inflamación o la mala circulación. Y damos respuestas a algunas cuestiones que nos ayudarán a saber cómo se origina esta afección, y es que este conocimiento profesional más preciso constituye el principal eslabón para ganarle la batalla.
 
Sobre su biología
 
Como bien sabemos, la celulitis es una afección cutánea topográfica y localizada, que se presenta bajo la apariencia de una piel con hoyuelos tipo “piel de naranja”. Algunos sinónimos en literatura científica incluyen: adiposis edematosa, dermopanniculosis deformans, status protrusus cuti, lipodistrofia ginecoide, paniculopatía edematofibroesclerótica o lipodistrofia ginoide. Todavía no disponemos de datos epidemiológicos exactos, pero la mayoría de los estudios afirman que la celulitis está presente en el 85-98% de las mujeres que ya han pasado la pubertad, y es más común en caucásicas que en asiáticas, aunque su prevalencia se asocia a todas las razas. También es menos frecuente encontrarla en hombres, aunque puede darse en casos concretos, como por ejemplo cuando existe una deficiencia de andrógenos, se padece síndrome de Klinefelter, hipogonadismo... Curiosamente, se ha constatado que a medida que la deficiencia de andrógenos empeora, la celulitis se vuelve mas severa.
                     
Cabe decir que no existe una explicación definitiva para su aparición, lo que complica el conocimiento profundo para su tratamiento. Se ha demostrado que dicho inestetismo cursa con la formación de fibrosis y la esclerosis, que se manifiestan clínicamente como un curso ondulado de la superficie de la piel y múltiples nódulos que son palpables y que, en casos avanzados, además de nódulos se encuentran lesiones escleróticas, acompañadas de dolor, sequedad y adelgazamiento de la piel del área afectada. En conclusión, la patogénesis de la celulitis es heterogénea y poco clara. La mayoría de los datos actuales indican que la disfunción endotelial y los trastornos de la microcirculación desempeñan un papel importante en la etiología de este fenómeno. Asimismo, la presencia de trastornos en los vasos y el sistema endocrino, combinada con una predisposición genética, puede agravar el proceso. La implicación de numerosos y complejos sistemas del organismo implica que la celulitis no es sólo una cuestión estética, sino que también se desarrolla como resultado de trastornos homeostáticos interdisciplinarios.
 

GRASA LOCALIZADA, UN PROBLEMA DE EXCESOS

La adiposidad localizada se da cuando existe una la acumulación de tejido graso en ciertas zonas anatómicas, provocando una alteración del contorno corporal. Las áreas más comunes donde aparece este inestetismo son la zona suprapúbica, supraumbilical, abdomen, cara interna de la rodilla, zona glúteo-trocantérea, zona subescapular, zona de la séptima vértebra cervical y brazos. 

Leer más

En su primer estadio de formación, esta adiposidad localizada puede considerarse normal, pues dicho almacenamiento responde a la conformación típica de la mujer, aunque cabe destacar que, a diferencia de los demás tejidos corporales, con la edad, la grasa puede aumentar significativamente su masa. 
 
Tipos de tejido adiposo 
 
En función de sus características estructurales y ultraestructurales, podemos distinguir tres tipos de tejido adiposo. Aunque hay que destacar que en ciertas zonas pueden encontrarse una mezcla de varios a la vez. 
 
Tejido adiposo blanco de depósito de tipo 1 
Se trata de un tejido adiposo no lobulado, que se caracteriza por su gran tamaño y que podría definirse como grasa metabólica debido a su gran masa lipídica y su escaso componente colágeno, que se localiza, sobre todo, en grandes depósitos en la zona abdominal. Presenta pocos capilares y sus células están estrechamente empaquetadas. Estas células no parecen estar envueltas por una verdadera cesta de fibras de colágeno y forman una especie de sincitio donde el espacio extracelular es extremadamente fino, por lo que al no estar separados por colágeno, tienden a adherirse entre sí con placas de membrana paralelas. 
 
Tejido adiposo blanco estructural de tipo 2 
Este tejido adiposo es más polimorfo, no lobular, con un componente colagénico variable que, a menudo, forma brotes gruesos. Se trata de una grasa más estromal y se localiza en zonas adiposas mucho más limitadas, normalmente ricas en tejido muscular, como trocánteres, zona suprapúbica, axilas, cara interna de las rodillas, muslos, brazos, pectorales, senos y caderas. Esta grasa es característica de depósitos más localizados, por lo que tiene como función principal dar forma a la estructura. 
 
Tejido adiposo blanco fibroso de tipo 3 
Presenta un componente fibroso notable y una función mecánica bien definida, por lo que se encuentra en zonas donde la tensión mecánica es considerable. Los adipocitos son más pequeños y están envueltos por una gruesa pared fibrosa. Existen dos tipos distintos:
 
Subtipo lobular Se trata de un tejido adiposo lobular con micro y macrocámaras delimitadas por conectivos. El tejido está bien vascularizado, con capilares caracterizados por un endotelio grueso, membranas basales duplicadas y recubiertas por células velamentosas. Los adipocitos son grandes y están cubiertos por gruesas vainas conectivas formadas por haces de colágeno muy gruesos. 
 
Subtipo no lobular Tejido con un grado máximo de fibrosis. Es un tejido adiposo duro no lobulado, con un fuerte componente estromal. Presenta una buena vascularización y se observan macrófagos e, incluso, a veces, elementos alargados con escaso contenido lipídico. Puede encontrarse alrededor de los microvasos.

FLACIDEZ, CUESTIÓN DE ELASTICIDAD

La flacidez es un fenómeno que, claramente, se asocia a la edad y suele comenzar a hacerse evidente entre los 30-35 años, pronunciándose de manera más notoria pasados los 40. Existen dos tipos de flacidez, por un lado está la denominada flacidez cutánea, que no es más que un exceso de piel debido a la pérdida de elasticidad. Por otro lado, está la flacidez muscular, que hace referencia a la falta de tono de la musculatura.
 

Leer más

Qué sucede en la piel
 
Histológicamente, los cambios en las tres capas de la piel contribuyen a su apariencia. Con el envejecimiento, el adelgazamiento de la epidermis provoca el aplanamiento de la unión dermoepidérmica, lo que contribuye a la aparición de arrugas finas y laxitud epidérmica. La pérdida de volumen del tejido conectivo dérmico, debido a la disminución de la producción y la alteración de la organización de los haces de colágeno y las fibras elásticas, provoca arrugas y laxitud dérmica. Además, la atrofia y la redistribución de la grasa subcutánea, así como la reabsorción ósea pueden acentuar aún más la apariencia de la laxitud cutánea relacionada con la edad. 
Hay que decir que los factores ambientales y hormonales también influyen en el desarrollo de la flacidez. La contaminación, polución y oxidación actúan sinérgicamente con la acción de la radiación ultravioleta en la piel, causando elastosis dérmica superficial y profunda, y reduciendo la hidratación del estrato córneo. La suma de todos estos factores deriva en una piel mucho más laxa. Éstos también aceleran la degradación del colágeno mediante la regulación positiva de las metaloproteinasas de la matriz, a la vez que inhiben la formación de nuevo colágeno (tipos I y III) en la dermis.
Por su parte, se ha demostrado que el estrógeno y la progesterona inducen la queratinocitosis, la proliferación y síntesis de colágeno, y bloquean la metaloproteinasa de la matriz. Por lo tanto, tras la menopausia, la pérdida de estas hormonas, provoca atrofia epidérmica y dérmica y, por consiguiente, la formación de arrugas. 
 
Lee el Especial completo en la edición de abril de NUEVA ESTÉTICA. Si no estás suscrito, hazlo AQUÍ.