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PIEL Y TABACO

Por Nueva Estética

Actualmente, en España fuma un 38’8% de las mujeres mayores de 15 años. Este alarmante dato corrobora que, en los últimos años, el principal incremento del consumo de tabaco en nuestro país se ha producido entre el sector femenino. Pues bien, el tabaco no es sólo un pésimo aliado de nuestra salud, sino también de nuestra piel. Y lo peor de todo es que los cigarrillos no sólo afectan a los fumadores en sí, ya que el humo producido por el tabaco también tienen serias consecuencias sobre las personas que se expuestas a él. 


Conocido como el órgano más extenso, la piel está formada por células epiteliales, melatonicíticas, folículos, glándulas… cada uno de estos elementos  esenciales que desempeñan una tarea específica para su correcto funcionamiento. Aunque biológicamente se trata de una “obra” prácticamente perfecta, la piel es extremadamente vulnerable al medio que nos rodea. Los agentes externos, como la contaminación ambiental, cambios bruscos de temperatura y, sobre todo, el humo del tabaco, se revelan como principales adversarios de su belleza y bienestar. Poco a poco, estos agentes van debilitando y deteriorando su estructura, alterando las unidades que la componen, causando a la larga daños irreparables. Y es que la acción de la nicotina y el monóxido de carbono de los cigarrillos resultan altamente perjudiciales para la salud e integridad de la piel.

S.O.S piel en peligro

proceso de oxidación

El humo del tabaco genera una gran cantidad de radicales libres en la piel. Estas sustancias químicas dañan las membranas celulares, llegando incluso a destruir y mutar su información genética. Pero eso no es todo, estas peligrosas partículas afectan también a las arterias de la dermis y epidermis donde producen una “disfunción endotelial”, comprometiendo la irrigación y nutrición que se recibe a través de la circulación sanguínea. Para hacernos una idea del daño que puede causar el tabaco sobre la piel pongamos un ejemplo práctico:  “Sabemos que 1 mg. de piel nos puede defender del ataque de aproximadamente 601.014 radicales libres, pero en una fiesta con gran cantidad de fumadores, la piel pasa ser atacada por 10.001.014 radicales libres y el sistema de autodefensa queda totalmente superado”. Aunque , lógicamente, las fumadoras se llevan la peor parte, el resto de personas expuestas también sufren las consecuencias. 

Asimismo, el tabaco altera el equilibrio entre la elastasa y su mayor regulador, el inhibidor alfa 1-proteinasa. El problema está cuando los neutrófilos y los macrófagos provocan un incremento de la producción de elastasa, lo que a su vez aumenta el riesgo de oxidación en la piel, dejando fuera de combate a este importante inhibidor. Ello ocasiona un incremento todavía mayor de la actividad de la elastasa, por lo que las fibras elásticas, encargadas de la resistencia cutánea, acaban rompiéndose. El conjunto de todos estos fenómenos desemboca en la posterior formación de arrugas y el prematuro envejecimiento cutáneo.

Pero eso no es todo, el humo de los cigarrillos disminuye la oxigenación de los tejidos, alterando el buen funcionamiento de la piel del siguiente modo:

  • La nicotina provoca una vasoconstricción y una disminución de las circulación periférica.
  • El monóxido de carbono del humo se une a la hemoglobina desplazando al oxígeno y restringiendo la capacidad de transporte del mismo a través de la circulación, impidiendo que éste llegue a los tejidos periféricos. Por su parte, el cianuro de hidrógeno que contienen los cigarros también impide que este aporte de oxígeno se realice con éxito.

Por ejemplo, fumar un cigarrillo produce en el organismo una vasoconstricción de aproximadamente 90 min. lo que conlleva una disminución del flujo de la sangre en un 42%. Expertos en la materia han constatado que fumar durante 10 min. disminuye la tensión tisular de oxígeno en casi 60 min., y fumar un paquete/día puede hacer que se permanezca hipóxico durante prácticamente 24h.

Consecuencias sobre la piel Todo este engranaje de “despropósitos” ocasionados por el tabaco provoca una deshidratación de la epidermis y destrucción de las fibras elásticas de la dermis, induciendo a una atrofia dérmica, y una disminución de la producción de fibroblastos. Como resultado, la aparición de arrugas se hace evidente a una edad mucho más temprana, y por si fuera poco éstas se marcan con más fuerza. Si a ello le añadimos la “asfixia celular” causada por la disminución de la circulación capilar, no es de extrañar que el cutis de una persona fumadora sea opaco, apagado y grisáceo. Por su parte, los depósitos de nicotina y alquitranes que se asientan sobre la  superficie cutánea, da como resultado una piel con poros dilatados de textura poco homogénea, y con mayor predisposición a presentar manchas púrpuras. Es más, el tabaco agrava ciertas alteraciones cutáneas como el acné y la cuperosis. Es una realidad, la mujer fumadora tiene mayor predisposición a presentar las líneas de expresión, tanto en el contorno de los ojos como alrededor de los labios. El gesto de aspirar el cigarrillo causa una dermocontractura que se repite sin cesar. Se calcula que una persona que fume una media de 10 pitillos al día contrae la boca de 50 a 100 veces, lo que al año significa 36.500 veces. Lo mismo sucede con las arrugas del contorno de los ojos; el humo obliga a guiñarlos continuamente, potenciando la aparición de las temidas patas de gallo. El cabello de las personas fumadoras también sufre ciertas alteraciones, no sólo por estar menos irrigado, sino porque actúa como un depósito de humo que lo vuelve frágil y quebradizo.

Podría decirse así que la piel se expone, por partida doble, a los efectos del  tabaco:
Por vía interna,
actúa provocando una vasoconstricción de los pequeños vasos de la dermis, por lo que la circulación de la sangre se ve entorpecida, restringiéndose el aporte de oxígeno, y provocando mayor sequedad en la piel.
Por vía externa, los efectos del humo que desprende el cigarrillo asciende por el rostro actuando sobre los folículos, cerrándolos y dilatándolos, lo que provoca la consecuente formación de comedones.

Efectos del tabaco en la piel

  • Arrugas prematuras por alteración de las fibras elásticas.
  • Cabello reseco y quebradizo.
  • Piel seca y atrófica.
  • Olor corporal a tabaco.
  • Dificultad en cicatrización.
  • Aparición de telangiectasias.

Solución antihumos… Obviamente, la medida más inmediata y lógica es dejar de fumar. Pero para compensar el daño del tabaco sobre la piel se recomienda tomar algún complemento alimenticio rico en vit. E y C, ya que la nicotina agota las reservas de éstas. Otra alternativa de contraataque es emplear frecuentemente cosméticos antioxidantes, formulados con polifenoles y flavonoides.