Reparar la piel tras los excesos del verano y borrar las manchas producidas por la acumulación de sol son los 2 objetivos capitales de los programas post-verano. Reparar la piel tras los excesos del verano y borrar las manchas producidas por la acumulación de sol son los 2 objetivos capitales de los programas post-verano.
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El paso del tiempo no es el único elemento que perjudica la salud de la piel, también los agentes medioambientales la dañan seriamente. Y es lógico que sea así si tenemos en cuenta que la piel es el órgano del cuerpo más expuesto al exterior. Estas agresiones externas acaban por estresarla y restarle energía, por eso se vuelve apagada, gris y carente de buen tono. Todas estas agresiones, internas y externas, se manifiestan de diferente modo en los diversos estratos cutáneos:
Epidermis. En la superficie de esta capa se concentra el estrato córneo, que actúa como barrera natural de la piel. Este muro protector está formado por potentes células proteicas, unidas entre sí por una especie de “cemento celular”, compuesto por lípidos y otras sustancias resistentes al agua. Dicho “cemento” es el responsable de rellenar los espacios intercelulares, función imprescindible para prevenir tanto la entrada como salida de sustancias en la piel. Del estrato córneo depende el bienestar de la piel, pues cuando mejor sea su estado, mejor realizará su función protectora. Un dato curioso es que si ésta no existiera perderíamos diariamente 8,5 libros de humedad. Cuando factores externos e internos debilitan su función barrera, el cemento que mantiene unidas las células epidérmicas exteriores se derrumba. Y entonces, las sustancias dañinas, incluyendo los radicales libres, pueden penetrar en la piel sin impedimentos, haciendo que los factores hidratantes naturales sean eliminados y se acelere la pérdida de humedad. El resultado de este proceso degenerativo es una piel seca, mate, cansada, envejecida y con mayor predisposición a la sensibilidad. El objetivo principal de la regeneración cosmética es precisamente eliminar de la superficie de la piel las células muertas que se producen por este proceso natural de queratinización, ayudando así, a que la piel presente su mejor aspecto y rebose vitalidad.
Dermis. La podríamos definir como el colchón sobre el cual descansa la epidermis. Sus componentes, colágeno, elastina y ácido hialurónico, crean un entramado de fibras y fluidos entrelazados, que logra mantener el nivel de hidratación y el soporte cutáneo. La dermis también colabora con la capa basal en la creación de nuevas células, aportando, a través de la sangre, oxígeno y sustancias nutritivas. Estos nutrientes provienen de los alimentos y son absorbidos por la sangre que los conduce a los órganos vitales. Sin duda un largo trecho antes de llegar al tejido cutáneo, que muy a menudo no recibe la cantidad necesaria de nutrientes para cumplir sus funciones en óptimas condiciones. Ello explica los importante que resulta para la piel recibir esas sustancias a través de los cuidados cosméticos; sólo así se garantiza el cumplimiento de la función barrera y del proceso regenerador.
OBJETIVO 1 Reparar y regenerar
La belleza de la piel es el reflejo de una óptima renovación celular. Los daños derivados de un abuso de sol dan como resultado una tez apagada y apergaminada. Aportarle de nuevo luz es la misión obligada de los programas reparadores y regenerantes.
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La piel está programada genéticamente para desarrollar su propia renovación celular. Aunque con la edad, su resistencia y sus facultades disminuyen, reduciéndose también su capacidad de reacción frente a los agentes externos: sol, calor, contaminación... todos ellos inciden sobre ella debilitando su capacidad de reproducción celular. Mientras la piel es joven y sana se renueva rápidamente y produce colágeno con facilidad, pero con la madurez pierde gran parte de esta capacidad. Veamos cuál es el papel de las células cutáneas en el proceso de regeneración.
Desde su nacimiento hasta su muerte, la célula vive experiencias diversas y tiene que afrontar un largo viaje. Podría decirse que ésta está inmersa en un microcosmos de gran complejidad ¿Su meta? llegar a la capa córnea, donde será eliminada de forma natural. Es en ese momento cuando los mensajeros celulares dan la orden para que se inicie de nuevo el proceso de mitosis celular y siga produciéndose la regeneración cutánea. Entonces, las jóvenes células cargadas de lípidos ascienden al estrato córneo donde nuevamente vuelven a eliminarse y son sustituidas por otras. Se trata de un ciclo de vida natural que se repite sin interrupción.
Mientras que en las pieles jóvenes este proceso dura unos 28 días, en las envejecidas la renovación celular necesita entre 40 y 60 para completarse. Un dato curioso es que la queratinización hace que se eliminen diariamente 10 gr. de partículas de piel, de manera que a lo largo de toda la vida se pierde aproximadamente el equivalente a 20 kg. de queratina.
La adrenosina trifosfato (ATP) es el transportador de energía más importante con el que cuentan las células cutáneas. Esta sustancia es responsable del intercambio de oxígeno y, consecuentemente, de la vitalidad de la piel. Una mujer joven produce 75 kg. de ATP al día, justo la cantidad que consume. Pero a medida que nos acercamos a los 30 años, este equilibrio empieza a fallar y el organismo no genera todo el ATP que precisa.
Como resultado de todo ello, el rendimiento en la producción de células cutáneas disminuye, hecho que acaba por reflejarse en el rostro. Efectivamente, entre los 28 y los 32 años este proceso se manifiesta con el aumento de la deshidratación cutánea, una tez mate y la aparición de las primeras líneas de expresión. Con el tiempo, el número de células jóvenes disminuye todavía más y por esa razón el nuevo tejido que se genera ya no tiene la calidad de antes. Asimismo, se alteran las fibras de colágeno y elastina y desciende la capacidad de la piel para retener la humedad. El resultado final es un cutis carente de turgencia, flácido y áspero.
OBJETIVO 2 Adiós manchas solares
Las manchas son una de las asignaturas pendientes que siempre queda para septiembre. Lo cierto es que hoy existen distintos procedimientos estéticos que han superado con nota la batalla contra los llamados léntigos solares. Eso sí, lo más acertado es prevenir su aparición mediante el uso de la protección adecuada. Dra. Cristina de Hoyos. Dermatóloga y Directora Técnica de Clínicas Ceta
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La exposición crónica al sol favorece la aparición de manchas en las zonas expuestas (rostro, escote, hombros, brazos, manos y piernas), una respuesta acumulativa que empieza a ser más evidente a partir de los 30-40 años. Estas manchas se conocen como lentigos solares y debemos diferenciarlas de las efélides o el melasma, también conocido como cloasma o paño. Las efélides son manchas de menor tamaño presentes en las zonas que han recibido mayor exposición solar y suelen desaparecer en invierno. Se oscurecen en mayor o menor grado, en función de las horas de sol acumuladas y la intensidad de los UV a los que se han visto sometidas. Cabe decir que este tipo de manchas no precisa tratamiento desde el punto de vista médico. El melasma, por el contrario suele presentarse como una o varias manchas de gran tamaño en distintas áreas del rostro como son mejillas, labio superior, o frente y en brazos. Su aparición se debe a un proceso inflamatorio local asociado a cambios hormonales. Su tratamiento es complejo, ya que aun habiendo conseguido su desaparición, exponerse de nuevo al sol suele reactivar este tipo de manchas. En este artículo, nos vamos a focalizar en los denominados léntigos solares, comúnmente conocidos como manchas solares, y vamos a ahondar más en cómo se producen y cuándo y por qué aparecer.
Los léntigos solares se presentan como manchas ovaladas de distintos tamaños que suelen rondar el centímetro de diámetro. Su coloración varía desde rosada hasta casi negra, y son lesiones planas, es decir, no presentan relieve. En sí mismas no entrañan malignidad y raramente se convierten en lesiones cancerosas. Eso sí, nos informan de que la persona se ha expuesto intensamente a las radiaciones solares. Para detectarlo a tiempo se recomienda realizar controles anuales con el dermatólogo. Los léntigos solares comienzan a ser visibles a partir de los 30 años en aquellas zonas con mayor exposición solar. Por ejemplo, pueden detectarse a menudo en los hombros, pues es una área especialmente susceptible a presentar quemaduras solares. Son más habituales en personas de piel clara, es decir, en fototipos bajos. Asimismo, se ha encontrado una variante del gen del receptor de melanocortin-1 (MC1R) que predispone a las personas pelirrojas de piel blanca y ojos claros a padecerlos.
¿Por qué aparecen? El proceso de formación de los léntigos solares comienza por la acumulación local de forma lineal sobre la capa basal de la epidermis de las células encargadas de acumular melanina, conocidas como melanocitos. Éstos se multiplican en la zona, con el objetivo de controlar el daño que provocan las radiaciones solares en las células de la piel. Debido a la exposición crónica al sol, los melanocitos se mantienen en esa área, sin desaparecer, acumulando cada vez más melanina, lo que da lugar, con el paso del tiempo, a la aparición de los léntigos, que se hacen visibles en el exterior. Si la zona ha sufrido algún tipo de quemadura, su aparición es más probable. Una buena prevención y el uso de protección solar desde una edad bien temprana es, sin duda, la mejor estrategia para evitarlos, porque el daño solar es acumulativo y la reacción puede darse en cualquier momento de la vida.
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